ITALIA SE SIENTA A LA MESA CON MÉXICO EN BAROLO
cdmx a 10 de julio de 2025 | artículo y foto cortesia de Zoi, Laboratorio de Comunicación | edición ana rodelo
Barolo es una experiencia pensada para que el comensal viaje a través del sabor, la técnica y el tiempo. Dirigido por el chef Rafael Prado, el restaurante ha construido una propuesta que celebra la autenticidad italiana con ingredientes de temporada, guiños locales y una ejecución impecable.
Recientemente, Barolo presentó un menú especial que encarna esa filosofía, una conversación gastronómica entre Italia y México, trazada plato a plato, con la elegancia de quien conoce profundamente sus raíces y se atreve a reinterpretarlas.
La experiencia comienza con un Milk Punch elaborado con ginebra artesanal, licor de violetas, yogurt griego y cordial de manzanilla. Un trago refinado, floral y fresco que da la bienvenida como un apretón de manos suave pero firme.
De ahí, los primeros tiempos establecen el tono: un paté de lengua con pepinillos y pan campiña, que dialoga con el suppli parmigiano, clásico de la cocina romana, y una anchoa con alioli de tinta de sepia que aporta profundidad marina. Es un comienzo que alterna entre la untuosidad, la textura crujiente y la salinidad controlada.
El jitomate Heirloom con pesto, mozzarella, agua de albahaca y balsámico bianco nos traslada a una terraza en Liguria, mientras que el poro asado con taleggio, salsa de poro quemado y brotes de cebolla recuerda la cocina de invierno del norte de Italia, reinterpretada con productos frescos del campo mexicano.
Los vinos acompañantes arman una conexión armoniosa con la comida. Un Soave Clásico de Pieropan, un Sauvignon Blanc de Dirk Vermeersch y un rosado Rose di Nère de Feudo Maccari, elegidos para subrayar la precisión y el carácter de cada platillo.
En el punto medio, una pequeña sorpresa líquida: hidromiel con cordial de albahaca y aceite de oliva. Un paréntesis herbal y casi místico que limpia el paladar y lo prepara para los platos fuertes.
Llegan entonces los agnolotti del plin, un clásico piamontés que se sirve aquí con respeto y suavidad, seguidos por una codorniz bañada en salsa de vino tinto, ajo negro e higo: un platillo con cuerpo, perfecto para cerrar la parte salada del menú.
Los postres merecen su propio capítulo: un lemon curd con amarena que refresca con acidez y dulzura en equilibrio, seguido de una panna cotta de pixtle, mamey y aceite de salvia, como si el tradicional postre italiano hubiera decidido abrazar los sabores del trópico.
En Barolo, cada elemento (desde el pan horneado en casa hasta la última gota de vino) se elabora con precisión y cuidado. Pero más allá de la técnica, lo que distingue a este restaurante es su capacidad para contar historias: del Piamonte, de México, de una cocina viva que se alimenta del intercambio y la memoria.
Aquí, la sobremesa es bienvenida. El menú, una carta de amor entre dos culturas. Y la experiencia, de esas que se recuerdan mucho después de haber terminado el último bocado.